Caupolicán
El Toqui Caupolicán fue protagonista insigne de la lucha mapuche contra los españoles en la guerra de Arauco, conflicto que, con oscilaciones, duró casi tres siglos
Nació en Pilmaiquén, pero su fecha de nacimiento es incierta. Luchó desde muy joven contra los españoles por la libertad de su territorio. Una de sus primeras batallas fue en 1553 en la batalla de Tucapel en la que murió Pedro de Valdivia. Al año siguiente, ocupó varias ciudades fundadas por los españoles.
Después de la muerte de Lautaro (1557), los mapuches quedaron sin un líder, reflejándose ello en el combate de Lagunillas (5 de septiembre de 1557), donde 12.000 indígenas al mando de varios caciques fueron derrotados por 600 soldados españoles y unos 1.500 yanaconas. El ataque dejó cientos de muertos y heridos y 150 prisioneros. Entre estos últimos estaba el cacique Galvarino, a quien le fueron mutiladas ambas manos. Luego de este episodio, Caupolicán se convirtió en el jefe supremo de los mapuches y continuó la lucha contra los españoles.
En su calidad de Toqui, Caupolicán atacó a las tropas de Hurtado de Mendoza el 8 de noviembre de 1557 en Lagunillas, lugar que corresponde a las lagunas de San Pedro en el río Biobío. Durante la batalla se tornó peligrosa la situación de los españoles, muriendo muchos de ellos, ya que habían sido envueltos por los indígenas. Sin embargo, estos se retiraron al anochecer, quedando la victoria indefinida para los contendores.
También Caupolicán enfrentó al Gobernador en la batalla de Millarapue, el 30 de noviembre del mismo año. Se cuenta que, antes de entrar en combate, envió a decirle a Hurtado de Mendoza que había dado muerte a Pedro de Valdivia, y que, de la misma manera, acabaría con el invasor y lo desafiaba a un combate personal.
En esta batalla se enfrentaron los indígenas con los españoles desde el amanecer hasta las dos de la tarde, hora en que los araucanos se retiraron a los bosques de la Cordillera de la Costa, dejando a más de 700 muertos y numerosos prisioneros, rechazando todas las proposiciones de paz que Hurtado de Mendoza les hizo.
Tiempo después, Caupolicán, siguiendo el plan del indígena Andresito, traidor por partida doble, intentó tomar el fuerte de Cañete. Los defensores comandados por el Capitán Alonso de Reinoso, y avisados por Andresito, desbarataron el ataque, dispersando al enemigo por los alrededores.
Luego, una columna del ejército español cayó por sorpresa sobre el lugar donde acampaba Caupolicán, cogiendo numerosos prisioneros, entre los cuales se hallaba el famoso Toqui. Todos ellos fueron llevados a Cañete. Entonces, Caupolicán ofreció a los españoles, a cambio de su libertad, pactar y devolver varias prendas de Valdivia que estaban en su poder.
Después de la victoria de las armas españolas en Lagunillas, le siguió la de Millarapue (30 de noviembre de 1557). En este combate, los mapuches, al mando de Caupolicán, intentaron un ataque por sorpresa al campamento enemigo que estaba bajo el mando del gobernador García Hurtado de Mendoza, pero estos reaccionaron a tiempo y nuevamente, vencieron.
Caupolicán no se rindió y el 20 de enero de 1558, atacó con 15.000 combatientes a los españoles en el fuerte de Cañete. Estos devolvieron el asalto con gran fuerza, provocando la huida despavorida de los mapuches por los cerros.
Luego del ataque, en el fuerte de Cañete una avanzada al mando del español Pedro de Velasco y Avendaño llegó a Pilmaiquén y capturó a Caupolicán, quien preparaba una contraofensiva, en Antihuala (5 de febrero de 1558). El cacique fue llevado a Cañete ante Alonso de Reinoso, quien lo condenó a morir en la pica (una muerte por penetración de una punta de madera en los intestinos), el prisionero debió sentarse en un palo aguzado que le desgarró las entrañas, en un lento sufrimiento. Caupolicán fue subido a una tarima y amarrado en el centro, donde el encargado de ejecutar la orden fue el alguacil de campo Cristóbal de Arévalo.
Finalmente los ofrecimientos de Caupolicán no fueron creídos por los españoles, condenándolo a morir empalado. Pese a esto, el jefe indígena conservó su serenidad y luego afrontó, tranquila e inalterablemente su suplicio. Curiosamente, el episodio más conocido de la vida de Caupolicán es su muerte.
La Araucana
La postura de Caupolicán para enfrentar su condena fue relatada por el poeta Alonso de Ercilla, en su obra “La Araucana”, de la siguiente manera: “No el aguzado palo penetrante / por más que las entrañas le rompiese / barrenándole el cuerpo, fue bastante / a que al dolor intenso se rindiese / que con sereno término y semblante / sin que labio ni ceja retorciese / sosegado quedó de la manera / que si asentado en tálamo estuviera.”
Hurtado de Mendoza consideró que esta ferocidad iba a aplacar la rebeldía de los indígenas, logrando así la pacificación de la Región de la Araucanía, lo que resultó ser una vana esperanza, porque de esta manera, Caupolicán se convirtió para la posteridad, en el heroico defensor de la libertad de su tierra.
Según la versión de Ercilla, Fresia mujer de Caupolicán, viéndolo capturado, habría arrojado hacia él al pequeño hijo de ambos diciendo: “Que yo no quiero título de madre / del hijo infame del infame padre”, aludiendo a su rendición. Este relato del poeta no puede tenerse por completamente cierto.
La figura de Caupolicán, aparece disminuida en el relato de los historiadores. Aunque es bastante probable que su existencia sólo se deba a la pluma de Ercilla, habría sido cacique de Paimaiquén. Según el autor de La Araucana, era: “Noble mozo de alto hecho,/ varón de autoridad, grave y severo,/ amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero;/ de cuerpo grande y relevado pecho,/ hábil, diestro, fortísimo y ligero,/ sabio, astuto, sagaz, determinado,/ y en casos de repente reportado”.
Toqui de los Mapuches
Después de la muerte de Lautaro y de las continuas derrotas que tuvieron los mapuches en la guerra, Caupolicán fue elegido toqui (jefe militar) en un gran consejo en la Sierra de Pilmaiquén.
Según se cuenta, este tuvo que demostrar su fuerza al igual que otros candidatos como Paicaví, Lincoyán y Elicura, sosteniendo un grueso tronco sobre sus hombros por dos días y dos noches sin desvanecerse. La comisión estaba compuesta por Tucapel, Rengo y Colo Colo, quien la presidía.