martes, 18 de agosto de 2009

Gatos negros




Desde el inicio de los tiempos, los gatos negros fueron considerados animales mágicos. En el Antiguo Egipto eran sagrados y adorados, relacionados con el culto a la diosa Bastet. Matarlos era un crimen capital, y cuando el gato de una familia moría, era momificado y la familia entraba en luto. Los romanos también consideraban al gato sagrado y lo introdujeron en Europa.

Sin embargo, durante la Edad Media, se relacionó a los gatos negros con la brujería y el mal, creyendo que eran brujas transformadas. Esto fue motivo de persecución, cacería y quema de gatos en hogueras. Lo que no tuvieron en cuenta fue que al disminuir la población de gatos, las ratas abundarían en los pueblos, propagando epidemias de peste. Afortunadamente, el oscurantismo acabó y los gatos negros pudieron vivir tranquilos otra vez.

En la Inglaterra victoriana se consideraba que si los recién casados se encontraban con un gato negro, esto simbolizaba prosperidad en el matrimonio. También los marineros creían que tener un gato a bordo traería buena suerte, y sus mujeres solían tener uno en casa, para “asegurar” el regreso de sus maridos después de la travesía.



En algunas partes de Europa, un gato negro que cruza su trayectoria se considera buena suerte; sin embargo, en EE.UU. y en las partes de Europa que ferozmente luchaban contra el paganismo, la asociación con las brujas los hizo ser considerados como portadores de mala suerte.

Existen muchas creencias acerca de los gatos negros. En Escocia, un gato negro extraño en la entrada de una casa o templo simboliza prosperidad. En Irlanda, cuando un gato negro cruza su trayectoria en el claro de luna, significa que va a haber una enfermedad epidémica. En Italia, si se pone en la cama de una persona enferma, esa persona morirá.

En los lugares donde las cazas de brujas no fueron muy populares, los gatos negros conservaron su estado como buena suerte, y todavía se consideran como tal en Gran Bretaña e Irlanda. Y en la cultura rumana e india, una de las supersticiones más fuertes todavía temidas es que los gatos negros que cruzan su trayectoria representen mala suerte, a pesar del hecho de que estas regiones nunca fueron afectadas por cazas de brujas o antipaganismo. Una superstición idéntica sobrevive también en América y en Europa central.


A pesar de todas las leyendas que envuelven a los gatos negros, los científicos los ven como animales de un valor muy positivo, ya que los genes que determinan su color pueden ayudar a luchar contra las enfermedades. Por lo tanto, los gatos negros son más inmunes y tienen una mejor salud.

martes, 11 de agosto de 2009

Mitos sobre Los Gatos



Sobre los orígenes del gato doméstico se cuentan curiosas leyendas:
Los griegos decían que la diosa Diana lo había creado para ridiculizar al león, creado por su hermano el Dios Apolo.
En la cultura hebrea se cuenta que antes del diluvio, Noé embarcó a todos los animales vivientes, y no pudo incluir a ningún gato puesto que no existía. Cuando comenzaron a navegar en medio de la lluvia torrencial, las ratas y los ratones empezaron a consumir las provisiones, que pronto empezaron a escasear.
Noé desesperado, rogó entonces a Dios que le enviara los medios para solucionar este problema y Dios le envió un remedio inesperado: el león empezó a estornudar y de sus narices salieron gatitos pequeños que enseguida empezaron a cazar los ratones para solucionar el “problema”.
Los egipcios consideraban al gato como un ser divino. La diosa Bast (Bastet) era representada con cabeza de gato. Su culto se realizaba en la ciudad de Bubastis, donde había un cementerio con gatos momificados.
El historiador griego Herodoto comentó que en el país del Nilo, cuando estallaba un incendio, lo primero que hacían sus habitantes era salvar a los gatos y que si alguien mataba a uno de ellos, era condenado a muerte.
En la Edad Media, la suerte del gato cambió considerablemente. Se le consideraba unido a seres diabólicos, vinculado con brujos y hechiceros, y numerosas supersticiones se refirieron a él.
Se creía que si se ahogaba a un gato, su dueño sería desgraciado durante 7 años, o si el animal se sentaba en el altar antes del matrimonio, el matrimonio sería desdichado y efímero, o si se cruzaba un gato negro, era seguro que ocurriría una desgracia.
El Papa Inocencio III dio una orden de exterminar a todos los gatos y a sus dueños. Felizmente, tan tremendo mandato no se cumplió del todo y muchos consiguieron salvarse.
Luis Pasteur, el inventor de la vacuna antirrábica, afirmó que el gato que era el animal más limpio y más desprovisto de virus y bacilos.
Para los celtas, los ojos del gato representaban las puertas que conducían hacia el reino de las hadas.

Una leyenda oriental cuenta que los gatos siameses tenían la misión de proteger las ánforas llenas de oro en los templos dedicados a las divinidades. Cumplían tan bien su misión que, a fuerza de mirar la vasija, sus ojos se volvieron extraviaos y la cola, que sujetaba firmemente las asas, se retorció.
Para controlar a las ratas a bordo de los barcos, los armadores del siglo XVIII decidieron embarcar gatos. Allí donde naufragaban los barcos, los gatos solían escapar con vida. Esto explica cómo los felinos domésticos han llegado a lugares tan dispares como la isla de Marion, en la zona subantártica, o a las islas Galápagos.
Entre los galos, se castigaba la muerte de un gato con el equivalente de una oveja y su cordero, o a la cantidad de trigo necesaria para cubrir completamente el cadáver del gato suspendido por la cola, con el hocico tocando el suelo.
Los egipcios inoculaban a los gatos algunas gotas de su sangre para protegerles de las enfermedades y los malos espíritus. Estaba prohibido matar a un gato, bajo pena de muerte, y cuando el gato moría, los egipcios se afeitaban las cejas en señal de duelo.
Entre los machica, pueblo predecesor de los incas, el gato era
considerado una divinidad de orden superior.



Hoy en día, es acogido con cariño en todos los hogares, y en las preferencias populares, ocupa el segundo lugar después del perro.