martes, 11 de agosto de 2009

Mitos sobre Los Gatos



Sobre los orígenes del gato doméstico se cuentan curiosas leyendas:
Los griegos decían que la diosa Diana lo había creado para ridiculizar al león, creado por su hermano el Dios Apolo.
En la cultura hebrea se cuenta que antes del diluvio, Noé embarcó a todos los animales vivientes, y no pudo incluir a ningún gato puesto que no existía. Cuando comenzaron a navegar en medio de la lluvia torrencial, las ratas y los ratones empezaron a consumir las provisiones, que pronto empezaron a escasear.
Noé desesperado, rogó entonces a Dios que le enviara los medios para solucionar este problema y Dios le envió un remedio inesperado: el león empezó a estornudar y de sus narices salieron gatitos pequeños que enseguida empezaron a cazar los ratones para solucionar el “problema”.
Los egipcios consideraban al gato como un ser divino. La diosa Bast (Bastet) era representada con cabeza de gato. Su culto se realizaba en la ciudad de Bubastis, donde había un cementerio con gatos momificados.
El historiador griego Herodoto comentó que en el país del Nilo, cuando estallaba un incendio, lo primero que hacían sus habitantes era salvar a los gatos y que si alguien mataba a uno de ellos, era condenado a muerte.
En la Edad Media, la suerte del gato cambió considerablemente. Se le consideraba unido a seres diabólicos, vinculado con brujos y hechiceros, y numerosas supersticiones se refirieron a él.
Se creía que si se ahogaba a un gato, su dueño sería desgraciado durante 7 años, o si el animal se sentaba en el altar antes del matrimonio, el matrimonio sería desdichado y efímero, o si se cruzaba un gato negro, era seguro que ocurriría una desgracia.
El Papa Inocencio III dio una orden de exterminar a todos los gatos y a sus dueños. Felizmente, tan tremendo mandato no se cumplió del todo y muchos consiguieron salvarse.
Luis Pasteur, el inventor de la vacuna antirrábica, afirmó que el gato que era el animal más limpio y más desprovisto de virus y bacilos.
Para los celtas, los ojos del gato representaban las puertas que conducían hacia el reino de las hadas.

Una leyenda oriental cuenta que los gatos siameses tenían la misión de proteger las ánforas llenas de oro en los templos dedicados a las divinidades. Cumplían tan bien su misión que, a fuerza de mirar la vasija, sus ojos se volvieron extraviaos y la cola, que sujetaba firmemente las asas, se retorció.
Para controlar a las ratas a bordo de los barcos, los armadores del siglo XVIII decidieron embarcar gatos. Allí donde naufragaban los barcos, los gatos solían escapar con vida. Esto explica cómo los felinos domésticos han llegado a lugares tan dispares como la isla de Marion, en la zona subantártica, o a las islas Galápagos.
Entre los galos, se castigaba la muerte de un gato con el equivalente de una oveja y su cordero, o a la cantidad de trigo necesaria para cubrir completamente el cadáver del gato suspendido por la cola, con el hocico tocando el suelo.
Los egipcios inoculaban a los gatos algunas gotas de su sangre para protegerles de las enfermedades y los malos espíritus. Estaba prohibido matar a un gato, bajo pena de muerte, y cuando el gato moría, los egipcios se afeitaban las cejas en señal de duelo.
Entre los machica, pueblo predecesor de los incas, el gato era
considerado una divinidad de orden superior.



Hoy en día, es acogido con cariño en todos los hogares, y en las preferencias populares, ocupa el segundo lugar después del perro.

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